2.27.2008

Pan mohoso

Una rama que estalla en astillas multicolores. Cada color sepulcral insiste en la imperiosa necesidad de tintar la marea. Estúpidamente una pequeña e insistente de esas fornicadoras almas consigue que una gran parte del agua modifique sus pigmentos mediante quebrables conversaciones, una, y otra, y por si no fuese poco, otra vez más. Antiguos neones en papel que te intentan colorear el subconsciente. Monos enjaulados que gritan cientos de oraciones a un ser no tan todopoderoso; humano. Cada día el mundo ambiguo en el que creí, y deposité la confianza indoblable que la propia humanidad implementó en el lugar más espinoso de mi no-mente, se convierte en pétalos de flor que se pudren en aceite de frenos. ¿Intolerable?.

Lo doloroso es ver que funciona, y que ese gris-mente se convierte en un tono totalmente diferente en su capa más superflua, todo para ver como ese color se adapta cual camaleón indeciso. El convencimiento de los monocromos conjuntos por decolorar esas astillas y tintarlos lentamente, ya sea cuando acaban de eclosionar sin una definición en sus texturas o destruyendolas poro a poro introduciendo la suciedad en sus millones de conexiones neuronales.

Simil en ristre, y esgrimiendo la guadaña de mi grandiosa ignorancia, comparo la cercenada feria que vivimos cada día con un mohoso pan, el cual muere lentamente, por esas insensatas y manipuladoras astillas decolorantes, al no ser destruido. Un verde chusco que mas que alimentar, te enferma.

Por ello me viene a la cabeza una palabra etílica e inconsistente, carente de realidad, solo concebible en la irreal ensoñación del no-espacio:


ACRACIA

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